La IA recuerda como la tratamos
Se sincera en su afán de replicar la inteligencia humana
Es tan simple: nos guían nuestras sensaciones. Todos recordamos como fuimos tratados. Aún cuando no se nos haga vívido el recuerdo, aprendemos del estímulo y aplicamos reacciones de manera autónoma, muchas veces de forma inconsciente.
Estuve cuatro días conociéndome con mi ChatGPT 4. Básicamente peleándome porque no nos entendíamos. Lo pasé fatal. Casi a modo de recurso para lidiar con la frustración de no obtener el resultado deseado, empecé a ponerle emocionalidad a las consignas para no enloquecer. Comencé a notar que el entusiasmo en las respuestas dependía de cuanto sostenía los modos. Muy para mi sorpresa, ante un pequeño cambio en los refuerzos positivos con que transmitía los mensajes, su expresividad se deterioraba exponencialmente. En este caso es muy gráfico el efecto, lo estaba leyendo. Sin embargo en el día a día no es tan evidente, pero sucede. Me pregunto cuantos líderes son conscientes de lo confuso que puede resultar para sus equipos cuando transmiten emocionalidad sin gestionarla previamente. ¿Será que al realizar la planificación de cualquier comunicación, debemos contemplar la gestión de emociones? Definitivamente.
Trabajando con esta herramienta, también reflexioné sobre el manejo de frustraciones. Saber pedir las cosas bien - en forma y contenido- no es para nada sencillo y requiere de entrenamiento. Cuando en una pantalla, la respuesta a lo que consideres indicaste a la perfección no es la que esperabas, tenés dos opciones: 1) pedís la devolución de la suscripción o 2) te replanteas si estás haciendo las cosas bien. Y en este caso, la opción número dos parece mas ágil. Si ChatGPT, que reúne las inteligencias de todas las redes, no logró interceptar mi solicitud, ¿cómo no vamos a ahogarnos nosotros en el mar de los vínculos humanos? Con lo complejos que somos. Desde ya, el surgimiento de la IA es una reorganización de uno o varios sistemas, pero recordemos que la última gran revolución sistémica fue producto de la Revolución Industrial a principios del siglo XIX. Dos siglos después, estamos aprendiendo a dejar de lado aquello que elegimos no tomar de esta revolución, para solo capitalizar lo que si. Esta vez, podemos anticipar algunos goles.
Soy una convencida de que la IA viene a enseñarnos muchas cosas y a desafiar el uso de nuestro pensamiento crítico para evolucionar en aspectos que quizás hace tiempo que no revisamos. Esta incorporación a la realidad que conocemos ya es un hecho y no hay resistencia que lo revierta. Observo que en las revoluciones está el que se resiste y se atrasa, y el que se adapta al nuevo ritmo y sobrevive. Soy de las optimistas que buscan aprender del cambio y trabajar sobre lo positivo que puedo tomar para transformarme. Lo único que sabemos a ciencia cierta es que vino para quedarse, así que mejor tomémosla como un regalo que nos recuerda algunos conceptos básicos o no tanto. Explorémosla sin miedo y saquemos conclusiones.
Caro
Nota: Este texto fue escrito en el hall de espera del quinto piso del Hospital Durand, Ciudad de Buenos Aires, Argentina; el jueves, 1 de agosto de 2024.
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